Él siempre estaba en lo correcto,
Siempre acertado, siempre bien portado,
No fallaba ni cuando echaba el chorro en la taza del baño,
Ni al dar el vuelto, ni al bajar del bus,
No fallaba ni cuando se amarraba sus cordones,
Ni cuando hablaba por montones, ni cuando manejaba un carro,
Totalmente lógico, racional, coherente, capaz, competente;
No erraba cuando jugaba al fútbol, ni cuando comía la cena,
Su caminar era preciso, su postura impecable,
Él era correcto, no fallaba al leer el periódico, de
discurso preciso;
No fallaba ni en el mínimo detalle,
Ni cuando recogía la mierda de su perro,
Era un engrane, una calculadora, una máquina, un circuito;
A las damas hacía “el amor” con gran soltura,
Las féminas lo buscaban, hasta en los más recónditos
lugares;
Pero al señor poco o nada le importaba, había tenido dos
hijos,
Como lo manda la ley del instinto, él no amaba a su esposa;
Era un arma mortal, conocedor de las más mortales artes
marciales,
Era un gran matemático, podía resolver ecuaciones de dos
incógnitas,
O de tres, o de cien, o de mil, no fallaba,
Impecable, preciso, perfecto,
Dominaba muchas ciencias, racional utópico;
De rutinas perfectas, llegó hasta los 102 años;
Lo condecoraron como el hombre perfecto del mundo,
El día de su agonía, la prensa reunida, le preguntó,
¿Cómo hacía para ser tan perfecto? A lo que el senil
respondió,
Jamás viví.
No hay comentarios:
Publicar un comentario