sábado, 22 de febrero de 2014

Mi existencia

Hoy amaneciste, otra vez entre mis sueños,
te recordé, ahora es más común que entres a mi mente;
no sé nada de vos, y sin embargo te imagino estas últimas noches,
a mi lado, soñando juntos, siendo un ser,¡maldita utopía!;
¿Por qué?, ¿Por que yaces en mí?, viva, respirando.

No debería escribir esto, me apego más a tus formas,
y recuerdo el cemento, y recuerdo las brisas,
recuerdo tus manos, recuerdo tu esencia,
recuerdo ese rostro sin maquillaje, nunca lo necesitabas,
recuerdo que rezaba para que no te lo pongas,
porque al hacerlo, quedaba perplejo.

¡Malditas yagas!, otra vez se abrieron y empiezan a sangrar,
cada gota está llena de vos, de vos y tu fantasía,
de mí y mi escepticismo, está llena de una cobardía,
de la cobardía del silencio, de la ausencia, de sentirte,
de intentar una fusión homogénea que me llega a ser rechazada
todos los días de mi existencia.

No soy artista, no soy poeta, soy humano y eso basta para mí,
basta sentirte sin tocarte, basta mirarte sin hablarte,
basta entrar en tu mirada y quedarme ahí, acurrucado;
quiero quedarme ahí y escuchar como afuera las gotas caen.

Ahora no tengo ese dolor, solo esa intensa melancolía,
esa melancolía que se sirve unos tragos con la nostalgia y ríen,
y sueñan, y viajan por todos lados.

Yo estoy ahí, parado, mirando, siempre un espectador
un egoísta esperando que las estrellas se apaguen,
esperando que el perro lánguido suelte sus cadenas
y tú estés ahí para brindarle una sutil caricia.

Te propongo algo, vivamos de los sueños,
no hay otra forma, aferrémonos ahí,
me pondré al filo de un precipicio y te esperaré ahí,
para que me empujes hacía la vida, y yo te vea,
te vea allá; lejos, donde ya no puedas dañarme,
con esas hermosas y brutales garras intangibles.

Te juro que ya no quiero que estés ahí
quiero arrancarte de la memoria, 
la memoria, el más cruel de los amigos
y el más amable de los enemigos.

Ahí estoy observando a la nada,
y en el fondo te observo, pero esperaré
a que se difumine tu figura, que no deja de atormentarme
tan dichosamente, y atrás de mi los cristales caen.

Y vuelo, vuelo recorriendo praderas, no espero que estés a mi lado,
el eco de tu vos retumban en las piedras, y yo tengo miedo,
el otro día vi un ángel, de ojos negros, no sé si eras tú,
sólo sé que eran sueños, y la voz grave que grita en mi cabeza,
me asustó, despierto respirando fuerte, pero no sirve de nada,
esa bestia sigue ahí, es la bestia de mi cobardía.

martes, 4 de febrero de 2014

Antonio, la madre y el viejo

   Es viernes y Antonio ya ha decidido que hoy se levantaría para lavar esos zapatos sucios, y que su madre calificaba de "inmundos".-Pero ruca, esos zapatos estan bien, son cómodos al caminar, y no apestan-, dice Antonio en tono molesto.-No seas vago y lava esos zapatos-. Reclama enfurecida la madre. Entonces procedería a lavar esos zapatos gastados y sucios, no tienen mal olor, pero lucen mal, es lo triste. 
Tengo que fregar bien, es increíble cómo desperdicio mi tiempo, preferiría estar viendo televisión o escuchando música, mis audífonos se dañaron, y ese inútil reproductor ya ni sirve, guardaba unas canciones de nirvana, Something in the way, que buena canción, dicen que es algo triste, me relaja, pendejos, siempre piensan que todo debe ser alegría.

 Mientras Antonio cepillaba con fuerza su zapato, un viejo apareció detrás del cenceño hombresito. -¡Ah!,¿Quién eres?-. Preguntó el muchacho un poco exasperado.-Tranquilo, soy un visitante, tú no te incomodes, busco a tu padre,¿Está en casa?-,-No, no está, ha salido de viaje, muy posible que llegue hasta el lunes-, respondió Antonio.-No te preocupes, yo voy a leer este periódico mientras espero que vuelva-. comunicó el viejo. -Le dije que llega el lunes, vuelva cuando él esté aquí-. Contestó un poco furioso. -No te preocupes, ni me sentirás aquí, te doy mi palabra. Antonio empezó a sentir un fuerte escalofrío en su cuerpo.-Mamá-. Gritó,-Mamá, necesito que vengas-,-Tu madre salió a comprar un poco de golosinas para mí visita, ella sabe que estoy aquí-.
-Entonces ¿se quedará a dormir?.Preguntó el joven.
-No para nada, ya estoy viejo, no necesito dormir, yo casi siempre estoy despierto, pero no estés afligido, me desagrada cuando la gente se pone así; yo estoy aquí, no te molestaré, espero a tu padre, ningún objetivo más, no quería incomodarte pero en cierta parte debe ser mi deber. Continuó hablando el viejo.
-Sabes, muchas personas que yo visito me tienen aprecio, otras no, pero soy un jubilado con un sueldo miserable y suficiente para vivir, sin anhelos, no tengo hijos, ni un amor estable, siempre pensé que la soledad era mi gran compañía, pero no te voy a negar que disfruto visitar a personas, regularmente los visito de sorpresa, es mejor sabes, hay un gran sentimiento cuando hago eso, se sienten de cierta forma aliviados, pero soy un visitante fugaz, cuando me quedo mucho tiempo se empiezan a aburrir de mí, supongo porque hablo demasiado y  por eso los incómodo; pero te vuelvo a decir, no me vas a sentir. 
   
Intriga, ¿Qué hace este viejo aquí?, nunca lo había visto, espero que mi madre regrese pronto de cualquier lado que haya ido.

*Cof,cof*, el viejo tosía, una tos áspera y seca e intolerante, de esas que retumban en el lugar que se propaguen, de esas que suenan a ríos casi secos, al crispar, al olvido. El viejo estaba ahí, tranquilo, leía su periódico, gustaba más en leer la sección de deportes. El viejo comenzó a decir. - Estos jugadores ya no son cómo los de antes, hoy es pura publicidad, puro novelería, puro marketing, triste se ha vuelto ahora este negocio, incluyendo esos fanáticos; me repugnan, aunque siempre lo han hecho, pero sabes me repugnan más los religiosos, lo sé, soy intolerante, ¿Y quién mierda no lo es?, si te encuentras a un blanco, repugna al indio, al negro. Si te encuentras a un consumido trabajador repugna al vago; hablas con el vago repugna al sistema y sus pequeños esclavos, pero sabes lo que más me repugna, a la gente que desprecia sin saber el por qué, sólo sus antepasados lo han dicho; debes de repudiar al negro, al pobre, al débil. Antonio se puso un poco intrigado, a medida que hablaba le viejo el ya no sentía una incomodidad, incluso se identificaba un poco con él.

La madre llegó, una fundita con una libra de pollo, quería hacer un buen seco, a Antonio le encantaba, la especialidad.

Antonio ya llegué; dijo en voz alta para que su hijo saliera a localizarla; su casa era de esas se podría decir, término medio, medio grande, medio pequeña, medio bonita, medio fea. Vivían en el centro de la ciudad, habitaban el segundo piso, el primero era arrendado por comercios de mala muerte, así es, su barrio era "medio peligroso" pero conocía a la mayoría de maleantes, aunque su madre no permitía que se juntara con esos "delincuentes", cómo ella los llamaba de la forma más despectiva que su intolerancia pudiera así mencionar, algunos no lo eran, sólo eran poco agraciados, piel color oscura, mejillas coloradas, ojos achinados y de un color negro, pelos duros, cómo la escoba, así decía ella, eran los longos del barrio. Cómo Antonio, un muchacho medio blanco, medio fino, medio guapo; se iba a poder llevar con esos "longos delincuentes".
  
 Ella gritó desde el pasillo que producía un enrome eco, ya era noche y los focos de barra incandescentes de color blanco se encendían, con una fracción de segundo de oscuridad, y así pasaba titilando toda la noche, con ese sonido característico de los viejos focos, para ir al segundo piso se debía cruzar todo el pasillo hasta llegar a las escaleras, la madre iba con la cabeza agachada, cómo quien subía presurosa pues le temía a la oscuridad y ese pasillo tenía un cierto olor a muerte, tal vez debía ser la cañería ya bastante desgastada, porque pues bueno, su casa era "medio vieja". Cruzó la barrera del tercer foco y justo a la subida, en el tercer escalón, asomaba el viejo, -señora, buenas noches, un gusto verle, me llamo Don Ignacio Lorca, pero me agrada que me digan Don Lorca, no piense que pretendo ser pomposo, es sólo que no me gusta mi nombre, mi madre me lo puso por San Ignacio de Loyola, santo patrono de los jesuitas, pero yo con la religión no me llevo para nada bien, usted comprenderá, un viejo solitario, es solitario y punto, no tengo amigos imaginarios, a mis camaradas los debo de percibir, sentir, y los curas esos le robaban a mi madre con las limosnas que le pedían, y sí, a mi viejita bella le embarazó uno de esos sacerdotes descarados, luego cuando fue a reclamarle el hijo, dijo que si le decía a alguien, diosito le iba a castigar por ofender a uno de sus elegidos, curas arrogantes, son los bufones, los siervos de el diablo, no me pregunté que cómo me atrevo a decir eso, a veces la lengua se me suelta, y digo lo que pienso, así soy, me he ganado muchos enemigos.

La madre de Antonio no había dicho nada, sólo se quedó ahí paralizada ,un silencio tremendo, sólo el sonido molesto de los focos, y la madre decidió hablar. -¿A quién busca?, ¿cómo entró?, voy a llamar a la policía-. titubeaba de una manera increíble, las palabras le quedaban atoradas en la mente, sus demonios la golpeaban terrible en el pecho, su temperatura se elevaba, dejó caer la libra de pollo. 

El viejo empezó a reír de forma muy escandalosa, era esa risa de viejo maligno, un silbido en su garganta y luego empezaban las carcajadas siniestras;  Don Lorca procedió a hablar.-Señora, no se asusté, su hijo, Antonio me ha dejado pasar, es un chico muy afable, me simpatiza mucho; ya me ha informado que su marido no llegará hasta el día lunes, entonces lo aguardaré, se ve afligida, desesperada, no es por dármelas de viejo sabio, pero yo tengo todas las respuestas aquí-.Continuó hablando el viejo, -La razón de mi visita es porque su marido me debe algún dinerito, bueno no a mí, si no a mi jefe, aunque bueno soy jubilado, pero pues trabajo para mi hijo, y ya le repito que me debe un dinero, entonces vine a cobrarle; y esperaré aquí, hasta que llegue, de hecho siempre que hay deudores, los aguardo hasta que me paguen.

La madre aún titubeando dijo:-Está bien, quédese, mi marido me informó de su llegada, así que esperemos aquí hasta el lunes. 

Sábado: El viejo en el tercer escalón, leyendo ahora un libro, fumando un cigarrillo, aguarda tranquilo. La madre cocina, llorando. Antonio también llora, no sabe por que, pero le embarga un sentimiento de profunda melancolía.

Esa sensación que tengo, es de miedo, de profundo miedo, pero me asusta el hecho de que lo he asimilado con total normalidad, ¿Por qué?, sólo quiero que llegue mi padre para que ese viejo se vaya, no se ha movido de ese tercer escalón desde ayer en la noche, no sé ni dónde durmió, sólo quiero que se vaya, no me incomoda su presencia pero deseo que se marche, que nos deje en paz a mi madre y a mí, en que negocios turbios andará mi padre cómo para que le deba dinero a ese viejo.

Domingo: Silencio total, mismo escenario.

Lunes en la la mañana, el padre abre la puerta, llegó de su viaje, el primero en recibirle es el viejo,
-Hola Marcos.
-Hola.
-¿Me esperabas?
-Pues, sí.
-¿Por qué no le has dicho a Antonio?
-No lo iba a entender.
-Mal, muy mal, si lo iba a hacer, no debiste cuestionarlo.
-Es hora de la paga.
-Claro, espera me despido de mi familia.
-No, no lo harás.

Y así se fue el padre de Antonio, Don Lorca tenía la mano en su hombro, y cerraron la puerta, se fueron, nunca lo volvió a ver, ahora Don Lorca lo visita todos los días con una mirada benigna, y entonces Antonio le pregunta: ¿Cuándo?, cuando me pague tu madre, pero no te preocupes, ten por seguro que te visitaré todos los días que te quedan por ser.