martes, 7 de enero de 2014

Para un amante escondido

Ya es media noche, el dolor no se ha ido;
constante permanece arraigado en mi mente,
pensamiento tras pensamiento volando, huye lejos,
a donde Baco te espera ansioso.

Huyes de mí, yo huyo de ti,
encontrándonos en la ausencia,
diciéndonos mutuamente, sumerge las rosas en agua limpia
durando dos horas la vida, durando dos siglos la muerte.

Ahora las ideas reducidas
concentradas en una palabra, confusión,
eso es lo que siento cada instante
carente de brújula mi vida.

Espero no rodar por las hierbas,
espero no beber de los ríos,
espero no asfixiarme con el turbio polvo de la carretera,
y si sucede eso, espero que estés ahí.

Me encuentro en el borde del precipicio,
ansioso por dejarme caer,
la sensación de volar será única,
pero no te preocupes; sé que estoy cayendo.

Ahora una moneda, un cigarrillo, una banqueta
serán suficientes para recordarte
para viajar hasta a ti en una húmeda acera
y llegar al infierno con Satanás cómo niñera.

Ahora susurraré al día y gritaré a la noche,
y mi voz te tocará de manera hosca
y mi mano arañará el suelo
y reiré de mi dicha, no de estar vivo, no de estar muerto.

Eterna soledad, ven hacerme compañía
eres la única que me entiende en mis momento de agonía,
ahora seremos tú y yo por un largo tiempo,
te serviré una copa, adentro está frío,
pero se agotó la leña y sólo quedo yo.

Esperaré la canción negra y triste,
que me invoque a tu recuerdo
a tu olor
al ave que roba las frutillas,
no debí dejarle alpiste,
al final siempre huye y me deja inquieto.

Siempre me pregunto dónde está la cascada,
para lanzar la piedra que prometí no sería mía,
iré a buscarlo en su tiempo
por ahora; estaré despierto toda la noche.